martes, 16 de septiembre de 2008

LLegó septiembre lleno de sinsabores

Llegó septiembre y con él una lista de sinsabores que ni siquiera sé muy bien cómo interpretar.

El final del curso fue un poco angustioso, una semana antes de acabar junio, mi abuelo se puso enfermo y lo ingresaron en el hospital con pronóstico grave. Por suerte los niños ya tenían vacaciones y mi trabajo en el colegio consistía sólo en terminar de rellenar informes y actas.
Cuando acabó el trabajo y todos estaban de vacaciones, en mi familia nos turnábamos para estar con mi abuelo en el hospital, me tocaba un día cada tres y eso estaba bien pero los días de no hospital, en vez de salir y divertirme, los pasaba prácticamente en mi casa sin hacer gran cosa; todos mis amigos estaban trabajando y el marinerito también.
Pude irme 8 días a Ámsterdam porque mi abuelo mejoró aunque me sentía culpable por no estar con él y andaba todo el día llamando a mi madre o a mi hermano para preguntar por la evolución.
El resto del verano siguió con la misma dinámica hasta que a finales de agosto se puso peor y estaba con él todos los días y mi madre y mi tía se turnaban para quedarse por la noche.
Finalmente murió y la última semana de agosto nos fuimos toda la familia al sur de la isla a un apartamento a descansar. Yo me sentía vacía, triste, angustiada porque en breves días empezaba de nuevo a trabajar y no había disfrutado nada del verano.
Y así empezó septiembre, sin ganas, sin ilusión. Al cuarto día de trabajo noté un ligero mareo y recordé que el año anterior los había sufrido de noviembre a mayo, empecé a ponerme nerviosa, además se me habían inflamado y deshinchado dos ganglios.
¡Estoy enferma! ¡Tengo algo malo!
Cada día me ponía más nerviosa y me obsesionaba con el tema, hasta que mi cerebro dijo: ¡hasta aquí! Y el fin de semana me dio una crisis de ansiedad.
Nunca me había nado ninguna, es una de las cosas mas desagradables que he vivido, sobre todo porque escapa del control de quién la sufre.
He tenido que ir al médico y sé que tengo que cambiar hábitos y rutinas, y tomarme mi trabajo con más tranquilidad y no reprimirme de llorar si me acuerdo de mi abuelo.
El cuerpo me ha dado un aviso de los fuertes y prometo hacerle caso.

4 Dí lo que quieras:

Imogen dijo...

MI niña, tu llora lo que tengas que llorar, tanto como quieras, hasta que no puedas más.

Pero no estés triste, es ley de vida, jode, pero es así.
Ahora tienes que estar bien, por ti, por los que te rodean y por tus peques, que no pueden verte triste.

Un besazo y mucho ánimo

Almu dijo...

Vaya, siento mucho lo de tu abuelo, Neil :( Y siento que estés medio pachucha también, pero espero que mejores pronto! que ya queda menos para el verano que viene, jejej un beso!

eMe dijo...

Siempre tendrás mi puerto para atracar y reir, llorar, maldecir y relajarte, todo lo que te venga en gana linda.
La felicidad está ahi, atrápala que ya toca :)
Un abrazo transoceánico

Vanessa dijo...

Hola Neil, sobre lo que me preguntas en mi blog... definitivamente sí, la acupuntura va genial para esas cosas.