domingo, 10 de febrero de 2008

Carnaval

El carnaval acabó en la capital, Carlinhos Brown lo despidió a su manera, es decir, nos hizo bailar, saltar, mover brazos para un lado, para el otro…ponernos el pulgar en la frente y dar vueltas...Vamos, que si lo llego a saber, me llevo mi ropa de aeróbic y lo hago todo con más ímpetu. Los tacones me estaban matando y todos sudábamos como pollos.

Es una pena que ya no haya más chiringuitos carnavaleros en Las Palmas, aunque aún nos quedan los carnavales del sur de la isla y los de Telde.
Este año nos vestimos todos de sevillanas, incluido el marinerito y mis amigos, simpatiquísimos todos con sus abanicos, castañuelas y clavel en la cabeza.
Durante toda la noche, las visitas a los baños químicos son frecuentes, en una de esas, estando en la cola, nos dimos cuenta que el chico que estaba dentro tardaba demasiado, no le quisimos tocar pero es que yo no aguantaba más. De repente la puerta se empieza a mover, como si desde dentro le dieran golpes. Enseguida mis amigos y el marinerito comenzaron la operación rescate.
- ¡Dale vuelta al fechillo!
- Tranquilo tío que si no puedes forzamos la puerta
- ¡Tira tú para afuera!
La imagen de esos 3 vestidos de sevillanas intentando abrir la puerta del baño, no tenía precio.
Como el chaval seguía dando golpes y la puerta no se abría, pasaron al plan B: forzar la puerta como fuera y sacarlo de allí.
Así que los 3 agarrándose la peluca (con el clavel) con una mano y tirando con la otra, consiguieron abrirla. Yo al lado de ellos, observé estupefacta la imagen del interior: un romano se tiraba a una enfermera en el baño. Ella apoyada en el inodoro químico (puajjjj) y él dale que te pego por detrás. Las 3 sevillanas alocadas cerraron la puerta, se dieron la vuelta y sin mear, nos largamos todos de nuevo al mogollón.

martes, 5 de febrero de 2008

El misterio de las pisamierdas


Ayer ocurrió algo realmente curioso, era el carnaval de los indianos en Triana. Los indianos son propios de la isla de La Palma, pero en Gran Canaria se celebra también aunque no es tan espectacular. Los indianos eran emigrantes palmeros que se habían ido a Cuba a trabajar, tenían dinero y eran personas muy conocidas. El carnaval de los indianos lo que pretende es caricaturizar esos desembarcos, esas vueltas a su isla de origen, ya ricos e importantes. La gente se viste de blanco, se pone sus mejores joyas y se tira polvos de talco mientras bailan sin parar.

El marinerito se iba a la fiesta y le hacían falta sus pisamierdas, las encontró, se las puso, y más que pisamierdas parecían chancletas. Pero de dónde habían salido esos zapatos. No son mías, decía el marinerito. Joer y ¿de quién van a ser? El pobre podía meter los dedos en ellas. Las comparo con otros zapatos, ciertamente eran por lo menos un 43.

¿Cómo es posible?, después de mucho pensar llegamos a la conclusión de que la confusión de zapatos fue en una romería, la de Gáldar hace ya dos años. Mi marinerito se lo estaba pasando tan bien en ella, que se cogió una tajada de las que hacen historia. Yo indignada le quite los zapatos y lo acosté a dormir en la furgoneta. Allí también nos acostamos mi amiga K. (que estaba de vacaciones conmigo) y otro amigo I. Cuando despertamos, I. se puso las primeras pisamierdas que encontró, que evidentemente no eran las suyas y se fue a su casa con los pies apretados en un 41. Mi marinerito sólo se calzó cuando llegamos al piso, aún seguía perjudicado por el alcohol y no se dio cuenta que le quedaban volando.
Ayer por la noche llame a I. para decirle que sus zapatos estaban en mi casa. El pobre empezó a atar cabos. La siguiente vez que se quiso poner sus pisamierdas le quedaban pequeñas, su madre le dijo que encogían y que tenía que lavarlas con vino. Así lo hizo el tronco de mi amigo y allí las dejó en la azotea para que se secaran al sol. Nunca se le aflojaron pero él pensando que por obra del Espíritu Santo, los zapatos encogen, decidió a partir de ese momento comprarse siempre un 44.