viernes, 30 de mayo de 2008

Los zapatos

Hoy como es el día de Canarias, nos hemos reunido unas amigas y amigos para ver los puestos de artesanía, las exhibiciones de baile tradicional, los deportes canarios y para comer la comida típica, bueno más bien, uno de los productos estrella: el chorizo de Teror, con aspecto a sobrasada pero más delicioso. La única pega es que estás un día entero repitiéndolo y tufando al pobre que tengas al lado.
Después de ver los puestos nos sentamos en el césped a comer el bocadillo de queso y chorizo y entre tantos temas posibles, salió el de los zapatos.
Por lo visto no soy la única a la que la mayoría de zapatos hacen daño, allí estaban mis amigas cada una con sus pequeñas heridas de guerra. Yo pensaba que era delicada y que era de las pocas que necesitaba gastarse un pastón en buenos zapatos, aunque he de reconocer que a veces lo caro tampoco me soluciona el problema. Todas teníamos zapatos vetados en casa, de esos preciosos que sólo te pones una vez, todas echamos mano de las tiritas a diestro y siniestro, gastamos cremas hidratantes sólo para los zapatos.
¿Por qué tenemos que aguantar esta tortura china? Es más, creo que no sólo nos estamos deformando los pies (yo de tanto zapato de punta, tengo un incipiente juanete en uno de los pies) sino que la espalda también debe estar sufriendo lo suyo. No sé quién nos metió en la cabeza que teníamos que llevar tacones, zapatos de tiras que estrujan el empeine o zapatos que me calientan tanto los pies que podría asar pollos…
Recuerdo que mi ex me reprochaba siempre mi dolor de pies. ¿Para qué te pones esos tacones si luego a las dos horas no paras de quejarte? Joder, no podía hacer otra cosa, él mide 1.90 y yo solo 1.62. Creo que fue durante esa relación cuando se me empezaron a deformar los pies y otras muchas cosas a causa de ese hombre.

martes, 6 de mayo de 2008

Cuando las cosas no son como planeamos

El puente me iba a saber a gloria, eso me llevaba repitiendo yo hace más de dos semanas. 4 días para tomar el sol, tirarme a la bartola, salir, emborracharme, comer todo y más y bailotear al ritmo de lo que me echen…
Pues sí, esas eran las expectativas.
El jueves piscina y cenita, paseito y…me quedé dormida según llegué al apartamento.
El viernes piscina y qué cansada me siento, más piscina y ay que sueño, no sé qué me pasa, pues hala a dormir siesta bajo el sol de 2 horas, qué más da; a ver si me recupero para disfrutar la noche. Hemos quedado con amigos para cenar en un mexicano pero está cerrado, caminata en círculos sin saber a dónde ir. Al final terminamos en un griego, por cierto, el mejor griego al que he ido. Las botellas de vino volaban y estuvimos cenando más de 2 horas. Antes de irnos voy al baño y me da un dolor sospechoso al acabar de orinar. Mi cerebro se pone en alerta: cistitis, pero yo me hago la sueca y decido seguir la noche como si no hubiera sentido nada.
Nos vamos a un pub de moda, cuando entramos me doy cuenta de que: o soy muy vieja, o ahora se ponen de moda auténticas horteradas. Me acuerdo de que mi hermano sale a dicho pub y asumo que me estoy haciendo una carca a la que todo le molesta.
Nos sacan los ojos con las copas y a mi me empieza a arder todo. Ya no voy a poder hacer oídos sordos a mi enfermedad y empiezo a barajar todas las opciones que tengo: 1. Voy a la farmacia y ruego que me den antibiótico aunque ya no se permita
2. Voy a los centros de urgencia de mi seguro que me quedan a más de media hora en coche (como es posible, que en el sur de la isla no tenga ningún lugar donde me puedan atender)
3. Voy a la Seguridad Social como si tal cosa, obviando el pequeño detalle de que cuento con otro seguro (eso se puede hacer, no lo sé).

Al final lo más práctico es ir a la Seguridad Social. Dejamos a nuestros amigos en su apartamento y el marinerito y yo nos vamos al Centro de Salud.
En la sala de espera todos los enfermos con su chándal, pantalones de andar por casa y aparezco yo con mi pantalón de pitillo, mis taconazos y mi top super caro, el pelo planchado y super mega maquillada. Por mi cara esplendorosa nadie pensaría que estaba enferma (desde que uso serum, parezco otra).
El médico me decía: ¿seguro que tienes cistitis?
- Si, si, soy una experta en cistitis, me honra con su visita todos los años.
Sin quitarme la vista del top, me dio el vasito con el tubito y me mandó a un baño que yo no sabía situar y a darle la muestra a una enfermera que yo no había visto por ningún sitio.
Yo venga a dar vueltas por todo el Centro de Salud con mi tubito de pipi en la mano y mis taconazos en los pies.
- Pues sí tienes cistitis y estás bastante jodida.
(No le había dicho yo que era una experta)
A partir de ese momento, el puente se convirtió en un infierno, noche sin dormir, dolor de riñones, sin apetito, SIN GANAS DE FUMAR, se acabó el sol y se acabaron todas esas fantásticas expectativas.