viernes, 15 de junio de 2007

Maruca está loca y nos quiere volver locos

Ya he tenido la primera toma de contacto en este fascinante mundo, nuevo para mí, como presidenta de comunidad. Me han dado las llaves de todos los armarios de telefonía, luz y cualquier cable que se precie, tengo mi móvil como presidenta y dentro de unos días empezaré a firmar cheques con mi nombre.

Debería estar emocionada, otra experiencia diferente en mi vida pero la sombra de Maruca me sigue persiguiendo, y si antes me hacía gracia sus cosas, ahora me sientan como si me dieran una patada en el culo.

Ella sigue haciendo de las suyas y ya no sé si es que tiene locura permanente, si es una amargada o si nos quiere volver locos a todos.

El otro día, cuando el vecino de arriba empezó con las obras y se le mojó la casa, llamó a la administradora de fincas y le dijo, llorando, que se iba a suicidar, que no soportaba ni un minuto más el ruido. La administradora, pensando que la muerte de Maruca caería en forma de culpa sobre su espalda, intentó tranquilizarla y en mala hora, porque exigió un pintor para le arreglara las humedades lo más pronto posible.
El vecino de arriba, también se sentía culpable y llevó al pintor tan pronto como pudo. Maruca los deja entrar en casa, y ellos, por más que miraron, no encontraban humedades por ningún sitio (Maruca es la reina de las mentiras). A pesar de eso, el vecino le dijo que le pagaría al pintor para que le diera una mano de pintura a todos los techos de la casa. De repente, presa de un brote de locura transitoria (o vete tú a saber si permanente), Maruca les empezó a gritar que se fueran de su casa, que la dejaran tranquila, que éramos todos unos chorizos y que queríamos acabar con ella a base de disgustos.
Yo no me imagino la cara del pintor, seguro que no vuelve al bloque, ni aunque le ofrezcamos el doble por su trabajo.

Encima ahora se ha inventado una nueva teoría sobre el humo del cigarro. Ella desde el principio nos tiene declarada la guerra a todos los que fumamos tanto dentro como fuera del edificio. De hecho, en el bajo, hay unas oficinas y los empleados salen a la calle a fumar y ella desde la ventana les grita que dejen de hacerlo que el humo le entra a ella en su piso. Si uno no puede fumar en la calle no sé dónde podrá hacerlo. Y si le llega el humo que cierre las ventanas, joerrrrr
Lo que decía, a ella el olor a tabaco no le gusta, pero es que no le gusta ni que fumemos en nuestra propia casa porque ha llegado a la conclusión de que el humo se mete en su piso a través del wáter. Si alguien ve lógica esta teoría que me la explique, estoy deseando saber cómo puede el humo ir desde mi salón a mi wáter y de mi wáter al suyo.

También nos tiene declarada la guerra a todos los que vivimos en pecado, a nosotras nos llama ligeritas de cascos por vivir sin estar casadas con nuestras parejas, y allá a donde va, da nuestros nombres y apellidos y nos acusa de tener, poco menos que casas de citas. Somos muchas las putas de mi edificio, es nuestra culpa que ella ande tan mal de los nervios.

El otro día, por la noche, había unos chicos en la calle hablando, era viernes y tenemos un bar cerca. Ella, por supuesto, no permite ruidos a partir de las 12 de la noche y para demostrar su descontento, les tiró un cubo de agua encima. Y tan fresca se quedó ella como ellos.

Ante semejante infierno de mujer, ¿qué podemos hacer? ¿Alguien tiene alguna propuesta interesante que no incluya la violencia?

lunes, 11 de junio de 2007

Fui feliz

Como ya dije un día, la felicidad para mí es un cúmulo de momentos memorables, especiales, divertidos o tranquilos. El sábado celebrábamos el cumpleaños de un amigo en un restaurante. No estábamos todos, mi marinerito (al que le encantan esos saraos) faltaba y algunas amigas también.
Una de las niñas trajo un álbum de fotos nuestras, de salidas recientes, asaderos, fiestas, conciertos, cumpleaños y en ese momento, viéndome en las fotos riendo, viéndoles a las todos guapísimos y recordando todas esas salidas, sentí que estaba otra vez viviendo uno de esos momentos de felicidad. Felicidad por compartir circunstancias, felicidad por sentirme bien y felicidad por ver a los que me rodean reír tanto o más que yo.
Mientras comíamos recordábamos acampadas y otras fiestas pasadas y se me salían las lágrimas de la risa y volví a sentirme feliz. Claro que las 4 jarras de vino también ayudaban bastante, de hecho todos teníamos los mofletes "coloraos"