miércoles, 28 de febrero de 2007

Historia de Carlos y Sofía


- ¿Qué pasaría si sólo te quedara un día para amarme?- preguntó Carlos mientras cortaba una margarita y se la ofrecía a Sofía.
- Si sólo me quedara un día, por ejemplo hoy; pues te mataría a besos
y.. a mordiscos, y a caricias; y te diría muchas veces que te quiero.
Sofía cogió la flor, la olió y miró a Carlos. Él no contestó nada a lo que Sofía había dicho. Parecía que no le había gustado la respuesta de Sofía.
- ¿Qué pasa? ¿Te ha parecido mal lo que te he contestado o qué?
- No.
- ¡Oh, vamos, por qué le das tanta importancia, eso no va a pasar. Tengo todos los días que quiera para amarte, bueno todos los que haya hasta que dure lo nuestro.
- Nunca te tomas nada en serio. Te he pedido que te lo imagines, te lo
has tomado a broma. Yo lo que quiero es que por un momento te pongas en esa situación. Piensa por ejemplo que hoy es el último día que tenemos para vernos, sólo hoy.
Sofía se quedó pensativa durante unos instantes. Su cara parecía teñirse de penumbra. ¿Qué pasaría si sólo pudiera tener a Carlos durante un día?, ¿Qué haría ella, cómo se sentiría si eso pudiera pasar algún día? Se le antojó que la pregunta de Carlos era demasiado dura y no quería ni pensar en ella. Pero, ¿por qué motivos podrían tener solo un día para amarse? Quizá un viaje sin billete de vuelta, o una guerra, o el fin del amor por parte de uno de ellos o tal vez... la muerte.
- Lloraría y mucho. Me sentiría la mujer más desgraciada del mundo. Me enfadaría con todos, con el mundo, contigo. No quiero separarme de ti, además, ¿Qué haría yo sin ti?. Tú te has convertido en alguien importante en mi vida; sabes ese dicho de “los enamorados deben dejar de mirarse mutuamente y mirar juntos hacia la misma dirección”, pues eso es lo que he hecho yo contigo. Ya eres parte de mi vida, todo lo que hago, pienso, decido gira en torno a ti. Dicen que no hay nadie imprescindible, y que todo se termina superando; pero el caso es que aunque el tiempo llegue a remitir el dolor, la espinita siempre que quedará clavada en el corazón. Yo tengo una teoría muy romántica sobre el sufrimiento: las personas, al cabo de los años, no dejan de llorar porque se hayan olvidado de su desgracia sino que dejan de llorar porque ya no les quedan lágrimas. Si hoy fuera la última vez que pudiera verte lloraría, sí seguro que lloraría, pero intentaría no gastar mis reservas de lágrimas para seguir llorándote durante mucho tiempo. Yo tengo una cosa clara: puede llegar el día en el que ya no pueda verte más y ese día es posible que me lo impongan y tenga que asumirlo; pero el día en el que deje de amarte sólo podré elegirlo yo, y si quiero nunca llegará y te amaré eternamente.
- Eso quiere decir que tendría que cambiar la pregunta. Ya no sería qué pasaría si sólo tuvieras un día para amarme sino, qué pasaría si sólo tuvieras un día para verme.
- Así es- dijo Sofía con entusiasmo- tu pregunta ha cambiado. La nueva también es terrible pero tiene una consolación que es la de saber que hoy es el último día. Juego con ventaja, otros ni siquiera lo saben y quizá pierden el tiempo en cosas banales. Muchas veces tú y yo también perdemos el tiempo peleándonos por tonterías. ¿Te acuerdas aquel día que nos cabreamos porque ninguno de los dos proponía ningún sitio a donde ir? Si de verdad este fuera el último día te diría: “Muchas gracias por acompañarme en este trocito del camino, para mí ha sido un placer disfrutar de tan grata compañía. Te he querido mucho y supongo, o por lo menos espero, que tú también me hayas querido, aunque sea un poquito. Sé que una parte de ti se queda conmigo: fotos, cartas, poemas, dibujos y un trocito de tu vida. Mi memoria se llenará de riqueza porque todos los días engrandeceré tu recuerdo y cada vez que pase por este parque recordaré nuestra conversación y me diré: Cuánto le quise, es tan corto el amor y tan largo el olvido...”


¿Será tan corto el amor?
Neil

jueves, 15 de febrero de 2007

Mi marinero


Hoy le quería hacer un homenaje a mi marinero, a mi marinerito, ese que me abandona tantas veces, que si dos días en Lanzarote, que si tres en Fuerteventura, que si ahora a La Palma, que si mañana a Cabo Verde.
El marinerito me robó el corazón desde el primer día que lo conocí hace ya la friolera de 13 años, pero esa es otra historia que no voy a contar hoy.
El caso es que le escribí una pequeña carta, más que nada porque no se la esperaba y porque habíamos quedado en que en San Valentín nada de regalos ni cursiladas por el estilo.

La carta decía así:

“A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto, toda nuestra vida se concentra en un solo instante” (Óscar Wilde).

Eso pensé y sentí el día que te conocí. Ahora, 13 años después, sigo pensado que eres alguien muy especial que me hace muy feliz, aunque dejes las luces encendidas, no hagas la cama nunca, no bajes la tapa del wáter, te olvides de en qué mundo y día vives, dejes los zapatos en el salón, no limpies tu pecera, dejes restos en la loza, pañuelos con mocos repartidos por toda la casa, el neceser tirado una semana en el lavabo, los calcetines sucios en el suelo; aunque no sepas colgar un cuadro, aún no tengamos espejo en el baño ni estantería en el trastero porque no me acompañas a comprarlos y yo me niego a comprarlos sóla (como tantas otras cosas); aunque me quites la manta por la noche y encima me acuses de que soy yo quien te la quita a ti; aunque no hayas comprado tinta para tu impresora desde hace más de un año y me gorronees mi tinta y mis folios; aunque estés todo el día diciéndome guarradas y tocándome el culo; a pesar de que a veces juntes en la misma frase un; “¡chacho!” con un “de modo” o “tertulia”… a pesar de todo esto y de un largo etcétera TE QUIERO

miércoles, 7 de febrero de 2007

Tu ausencia

Te has ido y vuelve tu ausencia y tu silencio. Perdí tu calor y tu cercanía, cada vez que te vas, se me hace más cuesta arriba. Qué fácil acostumbrarme a tenerte a mi lado y qué difícil tu partida. Y siempre es así y lo seguirá siendo. Idas y venidas, despedidas y reencuentros.
Te has ido y vuelve el vacío incómodo (¿hay vacíos cómodos?), vuelve en mí la sensación de abandono y de apatía por no poder tocarte ni olerte, por no poder abrazarte, por no poder, simplemente, tenerte enfrente.