viernes, 24 de agosto de 2007

Tupper - sex

Falta poco para la boda de una amiga, no se le ocurre otra cosa que sacarse en la península, en un sitio precioso dice.

Para allá nos iremos todos los amigos, familia, conocidos, compromisos. Las líneas aéreas se van a hacer de oro con nosotros esos días.

Mi amiga tienes amigas muy diferentes, depende del día y del plan sale con unas o con otras, así que para la despedida de soltera nos íbamos a juntar gente de todo tipo, gustos, ideas y condición. Ella imaginando el popurrí que habría el mismo día a la misma hora, nos comentó que si no nos gustaba como se iba a hacer la despedida de soltera “oficial”, hiciéramos otra diferente en otro fin de semana.

Respiré aliviada porque no me gusta lo que tienen planeado, no entiendo la mitad de las decisiones tomadas y como no la organizo yo, tampoco me gusta ponerme de dictadora a decir: ¿pero qué tipo de despedida es esa?

Así que nosotras le organizaremos otra despedida de soltera. Será en el sur en un apartamento, todo el fin de semana. Su boda es la excusa perfecta para juntarnos todas en el mismo espacio y tiempo; que ya es hora.

No le vamos a traer a un maromo de esos que te pone la picha en la nariz y que pretende que le toques el culo lleno de aceite. Pero lo que sí haremos es una reunión de Tupper – sex.



Yo he pasado de dar clases de prevención y orientación sexual a que vengan a mi casa a venderme productos eróticos de todo tipo.
Más le vale a la vendedora traer muchas cosas en el maletín, porque yo me conozco a mis niñas y sé que se van a pelear por la mitad de las cosas.


Estoy pensando si comprarme un látigo vibrador para darle al marinerito cuando se porte mal.

viernes, 17 de agosto de 2007

Letargo

Me regalaste un día una sonrisa que luego se convirtió en un mundo, ¿a cuántos nos ha pasado eso alguna vez o más de una?
Esta noche he decidido escribirte, sobretodo para recordarme que la magia sigue por algún sitio. A veces con las prisas y los holas y adiós simultáneos no la vemos, la dejamos escapar como el agua entre las manos. La vida corre deprisa y entre esquina y esquina la vamos perdiendo.
Quiero parar el tiempo vivir este momento durante más de 24 horas, bueno, mejor recuperar momentos pasados y revivirlos un poco más para saborearlos mejor. Ellos me ayudan a despertar de este letargo.
Yo necesito mis propias palabras, necesito ponerlas por bandera y dar un paso hacía delante.
En esta noche fresca de verano, el universo se concentra en mi habitación, flashes de mi vida revolotean en mi cabeza y nada me deja pensar. Ahora todo gira a mí alrededor, me limito a mirar. Mirar encuentros y desencuentros, sonrisas y enfados, idas y venidas de quienes irremediablemente volverán a encontrarse, coches, atasco, suspiros y más suspiros mientras miro al mar, que es el único que parece escuchar los pensamientos.
Calles y calles, en eso se concentra a veces el día, en caminar una tras otra. Sumida en todo aquello que no tienes tiempo de pensar en otro momento.
¿Cuántas veces salí corriendo del piso sólo para pensar, para ordenar mis caóticos pensamientos, esos que la mayoría de las veces no me llevan a ningún sitio?
Vuelvo a caminar en círculos pero cogí la película empezada y aún no entiendo bien a que juega mi cabeza. Muchas horas siguiéndole el juego tonto a esta caprichosa.
Pero de los letargos también se disfruta, son puntos de inflexión, quizá coja carrerilla a partir de éste.
Sólo quizás…

martes, 14 de agosto de 2007

"La Traída del agua"

Como todos los años, un día como ayer celebramos “La traída del agua”. Es una fiesta singular donde las haya, teniendo en cuenta el problemón que tenemos aquí con la escasez de agua, nos dedicamos a tirárnosla los unos a los otros por mera diversión.

Nos levantamos muy temprano, tengo amigas así de marchosas . A las 9:30 de la a.m. ya estábamos allí. Desde que me bajé del coche y uno, con una super mega pistola de agua de última generación me empapó la camisa de un solo disparo, me di cuenta que sería un día de esos en los que todos te dan por culo y tú con la mierda de artefacto que te ha comprado el marinerito no les vas a mojar ni una uña.

Y así fue, algunos hasta se dejaban mojar por mí, total, necesitaría horas para mojarles aunque fuera la camiseta y ese trabajo era demasiado agotador.

La gente se toma el oficio muy en serio, no se cuántos cigarros me apagaron a traición y cuántos mordiscos mojados di al bocadillo. Pero bueno quién no goce de humor que no vaya a la fiesta.

Con nosotros llevamos a un cabo verdiano que ha venido a trabajar unos días con el marinerito. Llegó el jueves pasado, modosito, serio, siempre correcto; pero claro “La traída del agua” fue otro cantar. El hombre ya venía contento en el coche pensando que con la mierda de pistola que le había comprado el marinerito, sería el terror de las nenas. No fue así, porque como ya he dicho con esas pistolas no asustábamos ni a las hormigas pero después de 6 ó 7 cubatas y tanta mujer con la camiseta mojada; nuestro caboverdiano empezó a perder el norte, y a las 3 de la tarde sólo veía carne femenina a su alrededor y salía detrás como un perrito faldero.
Yo le decía:
- ¿Quieres comer ya el bocadillo?
- Si es de almeja si
- Tú eres un poco guarro ¿no?

Nada el chaval sólo quería almeja fresca para comer y de eso yo no tenía de sobra.
Al rato, después de no sé cuántos cubatas, ya pedía la almeja a gritos y yo no podía hacer otra cosa que maravillarme con su dominio del castellano.

No hacíamos otra cosa que vigilarlo y mojarlo continuamente para que se nos refrescara. Le intentaba meter mano a mis amigas, le dijo una grosería a una chica con su novio al lado y recibió un manotazo de un tio en sus partes bajas, no supe el motivo ni lo pregunté. Pero él seguía gritando almeja y pidiendo ron. A veces decía: nejejito ron (pronunciado con /r/ débil). No le hacíamos caso pero él solito llegaba a la barra y se lo pedía.

A las 6:30 de la tarde lo sacamos el bar arrastrando, de camino al coche seguía intentando meter mano a las amigas que quedaban, ellas las pobres ya no tenía fuerzas ni para protestarle. A una subiendo una escalera le mordió en el culo. Yo miré al marinerito indignada preguntándome en qué mala hora quise yo que él se enriqueciera culturalmente conociendo fiestas tradicionales canarias.

Una vez en el coche, volvimos a encontrarnos a nuestros vecinos de aparcamiento, sí esos que me mojaron tantas veces por la mañana cuando aún hacía frío, y que me hicieron tirar tantos cigarros recién encendidos. A mí que me gusta servir la venganza en plato frío y viendo que se acababan de cambiar de ropa, cogí una botella llena del coche y se las vacié encima. Se fueron fresquitos para su casa.
El cabo verdiano dormía a pierna suelta en el coche mientras nos cambiábamos de ropa y yo comía para conducir el coche del marinerito ya que él, para no variar, estaba bastante perjudicado con tanta alegría y desenfreno de alcohol.
Aquel hombre parecía un oso, nos costó mucho despertarlo, nos decía que no se levantaba, ¡qué no coño! Me gritaba. Pero si pensaba él que a mala leche me iba a ganar lo tenía clarito. Cuatro gritos le metí y se quedó sentadito y pudimos dejarlo en el hostal donde se hospeda. Cuando nos íbamos el recepcionista nos pregunta:
- Pero qué le han hecho a éste pobre? Si no podía ni subir las escaleras…

Para que luego me digan a mí, que los de Cabo Verde beben muchísimo y toleran muy bien el alcohol.

jueves, 2 de agosto de 2007

CANARIAS ARDE



Canarias arde
Esa es la frase más oída los últimos días. Hoy todo parece bajo control, ahora se debe cuantificar los daños. Muchas lágrimas estos días viendo las islas quemadas, el poco monte que tenemos chamuscado y a la gente que ha perdido sus casas desesperada.

En Gran Canaria se ha quemado un tercio del monte y sólo siento rabia, no entiendo como hay personas que quieren tan poco a la tierra que los ha visto crecer. Todo pasto de las llamas, gente que ha corrido peligro, animales muertos, flora muerta, paisajes desoladores es lo único que queda.

Para mí y para todos los que amamos la naturaleza estos días han sido días de luto, cuántos años hacen falta para que todo sea como antes.

Una imagen o dos valen más que mil palabras.