viernes, 27 de abril de 2007

Mi vecina Maruca

Maruca hoy también está nerviosa, esta pobre mujer no levanta cabeza. Creo que el médico le ha recetado las mismas pastillas para los nervios que al padre de Mafalda, cada vez que ella le hacía preguntas sobre sexo.
Maruca es un vecina entrañable, es atenta, preocupada por los vecinos, por el edificio, siempre anda pendiente de todo lo que sucede y sin que se lo pidas, realiza todo el trabajo sucio del edificio.
Macura es la vecina que todos ansiamos tener alguna vez en nuestras vidas.

La conocí unos meses antes de irme a vivir a mi piso. Por aquel entonces, casi no tenía muebles, ni tele, ni cocina pero iba con mis amigas los viernes a beber unas copitas antes de salir de fiesta. Aquel viernes a las 00:30 de la madrugada tuve la suerte de conocer a Maruca. Me tocó al timbre y cuando abrí me encontré a una mujer demacrada a la que el peine había abandonado durante días.
- ¡Llevo 5 noches sin dormir!, ¡Ya no aguanto más! Como sigas rodando muebles y taconeando llamo a la policía.
- ¿Perdón? ¿Yo? ¿Rodando muebles? ¿Taconeando?

No quería escucharme, por más que le expliqué que no tenía muebles que rodar (y menos a esas horas) y que no era bailarina ni iba a clase de flamenco. Ella subió la escalera aún gritando y alguna vocecita en mi interior me dijo: ¡Bienvenida a la comunidad!

Mi segundo contacto con Maruca fue al mes de vivir en el piso, mi padre un viernes a las 20:00 me colocaba los toalleros en el baño y ella, desde la escalera no paraba de chillar: ¡Por favooooooooooooooooor, dejen el trabajo para mañanaaaaaa, hay gente que quiere dormiiiiiiiiiiir!
No sé si alguien se acuesta a las 20:00 pero lo que si supe en ese momento es que Maruca y yo seríamos muy buenas amigas.

En la Semana Santa del 2006 me mandó a la policía local. Aparecieron el Jueves Santo a la 1 de al mediodía, les dije que había colgado 4 cuadros de 11:30 a 12:00, ellos me dijeron que la persona que les llamó se quejaba de que durante la madrugada también taladrábamos y que el Jueves Santo era día festivo.
- Eso fue la Maruca, le dije al Marinerito

Todos los domingos, cuando a alguien se le ocurre poner un cuadro y hace ruido, Maruca se asoma a la escalera y empieza a gritar. A mí esos momentos de relación vecinal me encantan, de hecho, al primer martillazo, el marinerito y yo quitamos el volumen de la tele para escuchar a Maruca en pleno apogeo, en plena distensión de sus cuerdas vocales.

Pero Maruca nos hace muchos favores a los demás vecinos, ella protesta por todos en las reuniones de vecinos, ella nos cuenta en cada reunión quienes no cumplen con sus obligaciones: quién ensucia el garaje, quién deja la puerta del portal abierta, quién baja las bolsas de basura chorreando; y ella, cuando algún vecino es ruidoso, le llama la atención por nosotros y hasta le manda a la policía local. Por eso a Maruca, en el fondo hay que agradecerle su labor detectivesca, yo a mi querida vecina no la cambio por nada del mundo.
Además, me ha enseñado mucho todo este año, de manera gratuita y voluntaria, me dio un master intensivo de intolerancia vecinal, y ahora cada vez que alguien hace ruido un domingo pienso: ¡Maruuuuuucaaaaaaaa, dile algooooooooo!

jueves, 26 de abril de 2007

¿Cuántas veces nos hemos cruzado?

¿Cuántas veces nos hemos cruzado?

¿Cuántas veces a lo largo de los años, hemos estado en los mismos lugares, hemos visto las mismas cosas, olido los mismos olores y sentido el mismo frío, la misma alegría, la misma soledad, el mismo vacío?
¿Cuántas veces, sin saberlo, hemos compartido espacio y tiempo? Quizá tú en un extremo de la calle y yo en otro, quizá yo en el coche, esperando la luz verde del semáforo para pasar y tú esperando para cruzar , quizá tú llamando desde la única cabina que veo desde mi ventana, quizá los dos en el cine viendo la misma película.

¿Cuántas veces te he sentido cerca? Y de verdad lo has estado, aunque no te haya visto, aunque no me hayas visto.
¿Cuántas veces antes de acostarme he pensado en ti y tú has pensado en mí? ¿Cuántas veces hemos derramado lágrimas el uno por el otro, el mismo día, a la misma hora y en lugares distintos?
¿Cuántas veces hemos sentido la misma tristeza, la misma emoción, la misma nostalgia?

¿Cuántas veces nuestras vidas se han cruzado sin darnos cuenta y cuántas más habrán sin que ninguno lo sepa?

La vida, a veces, nos hace caminar en círculos.

martes, 24 de abril de 2007

Somos frágiles

Llevamos unas semanas en las que todo son malas noticias, accidentes tras accidentes. El marinerito dice que es una mala racha, no lo sé, pero creo que cuando eres adulto conoces a más gente y las probabilidades de que le pase algo a alguien conocido se multiplican. Cuando eres un niño, aparte de no enterarte de mucho, tu círculo se reduce a familia, compañeros de colegio y, como mucho, vecinos.

A veces vivimos como si nuestra vida no acabara nunca, como si fuesemos eternos, y de repente un día te recuerdan que somos frágiles, que hoy estamos aquí y mañana quién sabe en donde.
Parece que tenemos todo el tiempo del mundo pero éste, para algunos, se escapa de las manos irremediablemente.

No sé que deberíamos hacer: vivir la vida deprisa no se nos vaya a acabar, aprovechar el presente, vivir intensamente; o, vivir pensando que llegaremos a viejos y tomárnosla con calma, llenarla de proyectos, trabajarlos día a día esperando que lleguemos a disfrutar de los frutos del esfuerzo.

Antes me gustaba vivir deprisa, centrada en el presente y no viendo mucho más allá. Ahora, aunque disfruto el día a día, pienso en todas las cosas que quiero hacer, en los lugares que quiero conocer, en la gente que quiero amar y en los libros que quiero leer.

No sé que pensaban los que ya no están, lo único que sé es que el tiempo terminó para ellos, hayan aprovechado o no lo vivido, hayan hecho o no planes de futuro.

lunes, 23 de abril de 2007

El mar


“Un niño le preguntó a su padre:
- Papá, ¿dónde está el cielo?
- En el infierno hijo
- ¿Y el infierno?
- En el cielo
- Y la tierra, ¿qué es?
- Son los senderos por los que has de caminar
- ¿Y el mar?
- Es el lugar donde se guardan todos los sueños que tienes durante el día y la noche.”



Quizá por eso me guste tanto el mar: está lleno de sueños.

viernes, 20 de abril de 2007

A medida que crecemos son muchas las personas que nos influyen, personas que entran en nuestra vida, que nos ayudan a conocernos mejor y que nos aportan su pequeña filosofía de vida. Oyes, ves, te cuentan de aquí y de allá; y vas haciéndote una idea de lo que hay fuera de tu mundo.

Un amigo mide la felicidad por la cantidad y calidad de momentos vividos. Yo comparto esa filosofía, la felicidad es un cúmulo de experiencias especiales o importantes. Con él, he vivido muchas y sin su presencia en mi camino, nada habría sido lo mismo; mi vida habría sido otra, pero nunca la que es ahora.
Y eso, es curioso, sé como es mi vida teniendo en cuenta dónde nací, cómo es mi familia y amigos. Pero si hubiera nacido en otro sitio, o en otra familia y me relacionara con gente diferente a mis amigos actuales, no sé quién habría sido Neil.
Me cuesta expresar lo que ha supuesto para mí mi amigo, y no sé cuantificar cuántas horas, historias, risas, llantos, enfados y reconciliaciones hemos vivido juntos.
Cuando las relaciones con algún amigo/a comienzan en la adolescencia se viven todo tipo de sensaciones. Llegué a odiarlo, a ignorarlo, pero también llegué a quererlo. Alguna vez pasó que el querer se confundía con amor y buenos follones preparamos con tantas dudas.

Ahora que somos más mayores y supuestamente “más cuerdos” somos buenos amigos, que digo buenos, somos los mejores amigos del mundo. Y aunque parezca arriesgado decirlo sé, sin temor a equivocarme, que nunca estará lejos, que nunca dejaremos de sentir tanto cariño el uno por el otro y que nunca nunca dejaremos de ser amigos. Da igual si nos vemos poco o casi nada, da igual que viva a cientos de kilómetros; para mí siempre está cerca. De todo lo pasado queda el buen recuerdo, un puñado de cartas, unas cuantas canciones, fotos y algunos lugares y bebidas especiales.
Cuando hablamos, nos pasamos horas y horas e incluso nos sorprende vernos tan mayores y diferentes. Nos reímos del pasado y, es ahora, cuando comprendemos algunas de las conductas del otro, algún enfado, algún silencio; hemos tomado caminos distintos, en lugares distintos y con personas distintas pero una vez, hace mucho tiempo, compartimos espacio, tiempo y momentos, muchos momentos.


No puedo ponerle título, se me hace imposible pero es mi pequeño agradecimiento a ese amante de los F-18


Los sueños y mi vida pasada

Últimamente tengo sueños extraños, muy extraños y ando preocupada pues es algo que no suele pasarme. Aunque tengo una colección de diccionarios de sueños en mi casa, algunos de los significados no los he encontrado así que he decidido aumentar mi búsqueda por internet.
Después de perder gran parte de mi tiempo no encontrando respuestas, me he topado con una página muy interesante.
Le he dedicado una horita a la página pero ha merecido la pena, pues he descubierto muchas cosas de mí que no sabía.
He hecho varias averiguaciones, ya sé mi biorritmo, cúal es mi ángel, mi color de aura, mi vida pasada y la ouija y el tarot me han contestado a algunas de mis inquietudes.

Según mi biorritmo, físicamente hoy estoy para el arrastre, intelectualmente decayendo y emocionalmente en equilibrio aunque ascendiendo sin parar.
Le he echado las cartas del tarot, vía internet, a mi marinerito y como la explicación dada era, aparte de larguísima, incomprensible para una mente como la mía he decidido que mejor le echo las cartas yo que con mi vocabulario de “a pie” me siento más cómoda y entiendo todo lo que me digo.
La ouija sin embargo a todas las preguntas me contesta lo mismo: confuso. Le digo: ¿mi marinerito me quiere?. Respuesta: confuso. ¿Voy a seguir con el marinerito? Confuso. ¿Cuándo es mi día de suerte? Confuso. No se si tienen estropeado el programa o es que mi futuro se ve así de negro.

Mi ángel se llama Rochel, pero no sé nada más de él, no me han querido dar más información, así que no sé ni cómo es, ni a qué se dedica, ni si me sirve para algo.

Mi color de aura es el cobre y por lo visto eso me convierte en “bonachona, ingenua y afable”, dice que me sacrifico por lo demás. Ya andaba yo poniendo en mi cabeza una luz blanca luminosa tipo virgen María cuando leo: “si le traicionan puede convertirse en el zorro mas frío, astuto y cruel del bosque”. Buah, desapareció la preciosa luz.

Y lo más sorprendente de todo: Mi vida pasada. Eso si que me ha dejado un poco consternada. Resulta que mi última vida fui hombre, vivía por la India o Pakistan, el programa no lo tiene muy claro. Era un líder espiritual y realizaba rituales. La gente seguía mis consejos, curioso cuanto menos. Mi tarea en la vida es según la web hacer de este mundo un lugar más bello. Más vale que nadie me traicione porque como me convierta en un zorro rencoroso mal vamos.
La verdad es que el tema de la reencarnación nunca me lo había planteado, aunque me gusten mucho, a día de hoy, (sin tener en cuenta mi profesión en la otra vida) el esoterismo, la parapsicología y la astrología. Seguramente si me dijeran que había sido granjero me habría reído pero que curioso: realizaba rituales. Eso me conecta con mis aficiones actuales aunque los únicos rituales que haga sean pidiendo suerte y amor la noche de San Juan y Fin de año. Me conecta con mi gusto hacia lo espiritual y desconocido y por eso me perturba mi descubrimiento.


¿Y si fuera cierto que nos reencarnamos? ¿Y si en otras vidas hemos sufrido mucho o amado mucho o las dos cosas, o peor no hemos hecho absolutamente nada?

jueves, 12 de abril de 2007

Los invisibles y los sueños

Ayer leí un post en el blog www.silvitxu.blogspot.com que hablaba de los invisibles.
Los invisibles son todas aquellas personas que pasan por nuestra vida, que se cruzan por nuestro camino sin que reparemos en ellos. Quizá hay una vecina que nos ve todos los días yendo al trabajo y nunca nos hemos fijado.

¿Cuánta gente sabe de nuestra existencia sin que nos demos cuenta?

¿Cuánta gente conoce algunos de mis pasos sin yo conocer ninguno de los de ellos?

Es curioso eso, aunque sinceramente creo que yo soy más invisible a los ojos de la gente, de lo que la gente es para mi. Si supieran algunos todo lo que sé de ellos sólo observándoles cada mañana.

Yo nunca me lo había planteado, pero lo que si me ha preocupado siempre es ¿cuánta gente habrá soñado conmigo sin yo saberlo? y ¿qué tipo de sueños han tenido?
Es que yo a veces he tenido cada sueño con gente de la facultad o del trabajo, que hasta me escandalizo solo de pensarlo. Y al día siguiente, cuando me lo cruzaba pensaba, ¡Qué bochorno, si ayer me lo encontré en bolas en mi sueño! Algunos hasta tenían mejor cuerpo en el sueño que en la realidad. Está claro que yo los sueños me los curro mucho.
¿Alguien habrá tenido un sueño erótico festivo conmigo? Buff no puedo imaginármelo, pero si así ha sido, espero que la persona lo pasara bien, que yo estuviera muy guapa y que me recreara en un cuerpo de escándalo.

miércoles, 11 de abril de 2007

Tentaciones del pasado

El otro día quedé con una amiga para tomar café y me contó que se había encontrado a un amigo de instituto, un chico con el que ella solía coquetear con frecuencia, algún que otro beso furtivo se dieron en aquellos entonces. Después, cada vez que se encontraban hablaban animados y a los dos les aparecían cosquillitas en el estómago. Así han ido pasando los años, cada uno ha hecho su vida pero de vez en cuando, sin quererlo ni pretenderlo se encontraban en algún bar y a los dos se les ponía cara de tontos. Me cuenta mi amiga que ese chico siempre ha tenido algo especial pero que nunca ha tenido ocasión de que la historia fuera más allá.
Hace un mes se lo encontró en un bar, hablaron durante un rato y él le cuenta que se casa con una chica dentro de nada, no parece estar muy ilusionado pero bueno, eso es la impresión que le da a ella. Durante esa conversación vuelven las cosquillas pero se queda sólo en eso. Ahora, y es por lo que mi amiga me lo cuenta, empieza a recibir mensajes de él para quedar y tomar algo, a lo que ella acepta intrigada. Ella sabe lo que él busca y él tiene muy claro lo que quiere. Ella no le da pie a nada pero es evidente que él pretende antes de casarse, saber qué habría pasado si hubiera hablado más con ella, si se hubiera mojado más por esta historia de adolescentes.

A mi amiga no le dije nada pero llevo unos días dándole vueltas al asunto y preguntándome qué pasa con esas historias que dejamos en el camino y que nunca llegar a concluir. ¿Qué pasa si un día (con tu vida más o menos organizada) aparece esa persona tan importante que dejaste una vez atrás o con la que nunca llegaste a nada?
¿Seguiremos con la curiosidad de saber qué habría pasado si alguna vez hubieramos dado algún paso a favor de él?

Supongo que a la gente que deja el pasado atrás para nunca más volverlo a mirar no le pasaría nunca nada de esto, pero no todos somos así. A veces pienso ¿y si un día mi marinerito se encuentra con una de sus historias inacabadas?, ¿tendría curiosidad por saber que pasaría?

Otra amiga: inteligente, coherente, ordenada en su vida hasta hace unos meses le temblaba la voz cada vez que veía a un amor de antaño. Pasara el tiempo que pasara, ese chico con sólo una frase podía provocarle taquicardia o un fuerte dolor de estómago. Muchas veces le decía que cerrara esa puerta ya, lo antes posible porque me la imaginaba con 40 años sufriendo de igual manera que cuando tenía 16.

¿Cuántas historias de este tipo hemos oído? ¿Cuánta gente se reencuentra con un ex o un amigo muy especial y se le tambalean todos los cimientos?
Y ¿Cuánta gente es especialista es no acabar historias ni cerrar puertas para aparecer en el momento menos indicado?

martes, 10 de abril de 2007

Paréntesis

En este largo letargo (eterno en algunos momentos) me he dedicado a hacer todo aquello que nunca o casi nunca tengo tiempo de hacer: ponerme 1000 cremas, leer 200 revistas, entre más frívolas mejor y ver horas y horas de televisión, preferiblemente Sexo en Nueva York, Entre fantasmas, o cualquier película en la que hubiera amor y drama. Claro que amor sin drama es imposible para mí.

Mi mente ha estado muy confusa, ha pasado por dos estados claramente diferenciados y lo que me confunde es no saber la razón.

Primer estado: Angustia
Angustia mezclada con una mueca parecida a sonrisa para convencerme de que todo pasaría rápido, de que mi dolor físico sería cada vez menor, y de que todo mi sufrimiento tenía una razón de ser.
Así dolorida y casi sin poderme mover, miraba por la ventana, veía a muchas personas a lo largo del día. Me daba envidia verlas caminar, pasear, correr, reír. Me entristecía que todas estas cosas obvias para cualquiera que estuviera en la calle, fueran imposibles para mí en ese momento y sólo ansiaba el día en el que yo también volviera a hacerlas.
Pero ese día no sería un día cualquiera como otras veces lo había sido, sería un día especial porque ahora valoraba mucho más el disfrutar de un paseo o el tener la posibilidad de hacer ejercicio; esa que ahora se me negaba.

El dolor físico relativiza todos aquellos problemas que no lo son tanto. Empezó a darme exactamente igual, cosas que antes me preocupaban y entendí entonces porque algunas personas que más que vivir sobreviven, no tienen tiempo de deprimirse; están más ocupados en satisfacer sus necesidades más básicas.
El “sentirme mejor” ocupada casi todo mi tiempo. Me miraba al espejo pálida, más delgada, con ojeras y sólo quería “sentirme mejor”.

Y con esos deseos llegó la 2ª etapa de mi letargo: Sintiéndome mejor
Cuando realmente empecé a “sentirme mejor” casi sin dolor, con más movilidad y con más energía; se agolparon en un primer plano nuevos intereses y necesidades.
Tras páginas y páginas del Cosmopolitan y capítulos y capítulos de Sexo en NY, me di cuenta que mi aspecto físico era lamentable. Algo había que hacer con las ojeras, la palidez y la flacidez de mi cuerpo. Fue ahí cuando mi mente pasó al otro extremo y dediqué gran parte del día a documentarme sobre tratamientos, cremas, maquillaje, milagros estéticos carísimos y, sobretodo, me hice una experta en analizar a las protagonistas y sus respectivos modelitos de Sexo en NY.

Parecía que todas aquellas cosas nada superfluas como pasear, respirar aire puro, moverme con soltura y no tener dolor; habían dejado paso a la frivolidad más absoluta.
En quince días de postoperatorio doloroso me había dado cuenta de que la vida era maravillosa y de que yo tenía que valorarla y disfrutarla al máximo. Pero en quince días posteriores de mejoría descubrí que debía endurecer mis músculos, que mi cutis alertaba de la proximidad de los 30, que mis ojeras no querían abandonarme, y que necesito llenar mi armario de ropa primaveral.
No me entiendo ni pretendo que nadie lo haga, sobretodo porque quienes me conocen saben que nunca he sido esclava ni de moda ni de tendencias pero algo se había estropeado en mi cerebro tras tanta ingesta de antibiótico y analgésico.