sábado, 8 de agosto de 2009

Noche de concierto y ron

Anoche fuimos al concierto de Manolo García, fue una delicia escucharlo y como siempre derrochó generosidad. Cantó, bailó y corrió por todo el auditorio para acercarse a todos (para histeria de los de seguridad). Además de presentar el nuevo disco, cantó canciones de sus otros discos en solitario y algunas de "El último de la fila".
El concierto duró 2 horas y media, y tras decir 20 veces que se iba comenzó a recitar las primeras frases de "Como un burro amarrado a la puerta del baile" todos le gritamos que la cantara, dijo que ya no podía hacerlo y se despidió con un: Ya sabeis, ahora salid de aquí y multiplicaos mucho.
Nos dejó con la miel en los labios pero aquí pongo la canción.




Tenía la ilusión de que cantara Aviones plateados para despertar a kruczynski y que la escuchara pero como no fue así pues aquí la pongo también.


Después del concierto nos fuimos a un bar a ponernos hasta arriba de Ron Santa Teresa que daban regalos (nos vendemos así de fácil).Todos nos fuimos con raquetas de badminton, camisetas, libretas y fundas para el móvil.

Hoy tengo el estómago un poco revuelto, es lo que tiene cambiar el maravilloso Ron de Telde por otro.

miércoles, 5 de agosto de 2009

La boda alias comunión – bautizo – rancho dominguero

Hace una semana me invitaron a una boda, bueno…al Marinerito y a su acompañante (osease yo). La temperatura 41º, al mediodía, con maquillaje y vestidito para la ocasión. Sobra decir que 41º en Canarias no es lo normal.
Como soy muy pesada me empiezo a preparar a las 2:30 p.m. para estar a las 4 en el lugar donde hemos quedado todos para coger la guagua que nos lleva a donde Cristo perdió la zapatilla (lugar de la boda). El Marinerito, que es un hombre tranquilo se empieza a duchar, vestir y demás a las 15:40. Yo callada porque si me pongo nerviosa sudo y me salen arrugas.
- ¿Tú sabes donde está mi cinturón negro?
- Con este pantalón (chungo y de invierno) beis y la camisa blanca con rayitas azules voy bien, ¿no?
- Oye los zapatos negros, ¿no?
- Joder ahora que me acuerdo el cinturón negro “de salir” se me rompió, ¿no te lo había dicho?
- ¿Por casualidad tú me has comprado alguno?
- ¿Cómo? ¿Qué voy hecho un hortera? Pero ¿por qué? ¿Qué la camisa está arrugada?
- Joder Neil no me ayudas a elegir la ropa encima que es tarde. (auggggñññññ)
- ¿Qué me ponga el traje que me pongo siempre en las bodas? ¿Tú estás loca? ¡¡¡Que estamos a 41º!!!
- Oye, ¿estás enfadada?, parece que te noto rara.
A las 4 menos dos minutos salimos de casa, yo guapísima, pero sudada y de mal humor; y él con la traje típico de las bodas pero sin chaqueta, con los pantalones caídos y los zapatos recién limpiados con toallitas desmaquillantes.

Cuando llegamos a la plaza donde habíamos quedado no estaba ni Wally y le digo: ¿no te habrás equivocado de hora y/o de sitio?
Me dice que no pero llama a una de sus amigas que le dice que habían quedado a las 4:30. Yo entre el calor, el sudor, el cabreo y los tacones empiezo a encontrarme rara y terminamos en un bar con un café con hielo porque se me ha bajó la tensión o se me subió (vete tú a saber).

A las 4:30 llega la guagua y tras hora y pico nos deja en la parte baja de una super cuesta. De camino vemos abierta una tienda de chinos y mis amigas aprovechan para comprar abanicos, porque sólo teníamos el mío y éramos muchas con calor.
La ceremonia transcurre con normalidad y cuando salimos nos vamos a una terraza porque nos dicen que los recién casados tardarán un buen rato en llegar al restaurante.

Pasado un buen rato vamos al restaurante, a todas mis amigas con falda y vestidito suelto se les ven las bragas (para alegría del chófer) con las ráfagas de viento caliente.
Al entrar, los recién casados no han llegado pero todos los invitados (menos nosotros) están muy bien sentados y con las bocas llenas de pan con alioli. Me dan ganas de hacer un comentario pero me lo reservo. No encontramos sitio, damos vueltas, todos nos miran mientras se limpian las bocas y pienso que terminaremos en un bar comiendo unas tapitas de cualquier cosa. Un camarero nos busca un hueco, una mesa al lado del horno de leña encendido ¡¡¡GENIAL!!!.
Nos sentamos y las patas de las sillas (de plástico) empiezan a abrirse; pienso que tengo que ponerme a régimen urgente pero veo que le pasa a todo el mundo. Una amiga opta por coger una silla de otra mesa que no está ocupada y la pone encima de la suya; los demás aplaudimos la idea y hacemos lo mismo. Hemos dejado a la mesa de al lado con solo 3 sillas. Empezamos a comer como nunca lo habíamos hecho en nuestra vida, en una mano el tenedor y en la otra el pan alternándolo con los abanicos del chino. Nos acabamos nuestro pan y las salsas, y robamos en la mesa de al lado. Al rato llega una pareja con una niña que se tienen que sentar en las únicas 3 sillas que hemos dejado, comen sin pan ni salsas y nos miran raro.
Llegan los recién casados (nos enteramos por los aplausos, porque desde el horno de leña no nos enteramos de nada).
Apestamos a leña y nos sudan las pestañas, comemos sin parar y eso que no nos gusta prácticamente nada. Cuando acaba la cena, los chicos se van a inflar globos y a colocar latas en el tubo de escape de los recién casados, así como si fuera algo muy gracioso.
Nosotras nos ponemos a bailar, ellos al rato nos acompañan. Sólo bailamos en la mini pista nosotros (quitaron las mesas para hacer un hueco), ni rastro de los novios, ni de los familiares, ni de los amigos. Pasan las horas y nos novios ni se acercan, el Marinerito ya lleva 5 cubatas y anda más feliz que unas castañuelas arrastrando el pantalón por todo el restaurante. A las 12 aparecen los novios que estaban sentados en un rincón y dicen que se van. Todos salimos para ver su reacción cuando vean el coche lleno de globos y con las latas colgando. Sin mirarnos, ven el coche y tuercen para meterse en otro (sin globos) y se las piran.
Yo estoy de la boda- comunión- bautizo- rancho dominguero hasta las narices pero tengo que esperar a que nos recoja la guagua. Mientras tanto el Marinerito pretende que me levante a bailar poniéndome morritos (que él cree que son sexis) y haciendo unos pases de baile que ya quisieran los de FAMA.
Del traje de la novia no quiero hablar pero diré que cuando, dentro de unos años (2 como mucho) vea las fotos, se arrepentirá toda la vida de su elección.

domingo, 1 de febrero de 2009

Nadie

Ya me queda poco para los 30, los 29 han sido duros de roer, bueno los 28 también. Desde octubre mi vida ha dado un cambio poco sustancial para los demás y totalmente radical para mí.
Es extraño, nadie nos enseña a vivir, a sentir, a guiar los malos pensamientos.
Nadie nos enseña a relajarnos, a decir basta cuando no podemos más.
Nadie nos enseña a conocer nuestro cuerpo, a darnos cuenta de lo que nos pide a gritos.
Nadie me había dicho nunca que la barrera entre sentirse bien y sentirse mal era tan delgada y tan frágil.
Nadie me enseñó nunca a llorar cuando lo necesitaba ni a hablar para desahogarme y aunque pensé que yo lo hacía, como cualquier otra persona, no lo hacía lo suficiente.
Nadie me dijo nunca que aquí estamos todos de prestado, incluso yo; que al igual que los demás nos dejan, en cualquier momento lo puedo hacer yo también.

Al final ha sido la propia vida con sus idas y venidas la que me ha avisado de que detrás de las ganas, las sonrisas, el amor y las aspiraciones se escondía una niña con historias pasadas enquistadas, una niña viviendo como una adulta pero con la fragilidad de una niña.

Todo esto lo he aprendido en estos meses. Ha sido toda una liberación. Saber, aprender sobre mi y mi cuerpo me ha hecho ver las cosas de otra manera. Nunca me he sentido triste en estos últimos dos años, pero ahora soy más feliz que nunca. Es como si todo tomara un nuevo sentido, como si mi vida y la de los demás fueran más importantes que antes. Como si las pequeñas cosas ocuparan más espacio que las supuestas “grandes cosas”.