martes, 5 de febrero de 2008

El misterio de las pisamierdas


Ayer ocurrió algo realmente curioso, era el carnaval de los indianos en Triana. Los indianos son propios de la isla de La Palma, pero en Gran Canaria se celebra también aunque no es tan espectacular. Los indianos eran emigrantes palmeros que se habían ido a Cuba a trabajar, tenían dinero y eran personas muy conocidas. El carnaval de los indianos lo que pretende es caricaturizar esos desembarcos, esas vueltas a su isla de origen, ya ricos e importantes. La gente se viste de blanco, se pone sus mejores joyas y se tira polvos de talco mientras bailan sin parar.

El marinerito se iba a la fiesta y le hacían falta sus pisamierdas, las encontró, se las puso, y más que pisamierdas parecían chancletas. Pero de dónde habían salido esos zapatos. No son mías, decía el marinerito. Joer y ¿de quién van a ser? El pobre podía meter los dedos en ellas. Las comparo con otros zapatos, ciertamente eran por lo menos un 43.

¿Cómo es posible?, después de mucho pensar llegamos a la conclusión de que la confusión de zapatos fue en una romería, la de Gáldar hace ya dos años. Mi marinerito se lo estaba pasando tan bien en ella, que se cogió una tajada de las que hacen historia. Yo indignada le quite los zapatos y lo acosté a dormir en la furgoneta. Allí también nos acostamos mi amiga K. (que estaba de vacaciones conmigo) y otro amigo I. Cuando despertamos, I. se puso las primeras pisamierdas que encontró, que evidentemente no eran las suyas y se fue a su casa con los pies apretados en un 41. Mi marinerito sólo se calzó cuando llegamos al piso, aún seguía perjudicado por el alcohol y no se dio cuenta que le quedaban volando.
Ayer por la noche llame a I. para decirle que sus zapatos estaban en mi casa. El pobre empezó a atar cabos. La siguiente vez que se quiso poner sus pisamierdas le quedaban pequeñas, su madre le dijo que encogían y que tenía que lavarlas con vino. Así lo hizo el tronco de mi amigo y allí las dejó en la azotea para que se secaran al sol. Nunca se le aflojaron pero él pensando que por obra del Espíritu Santo, los zapatos encogen, decidió a partir de ese momento comprarse siempre un 44.

9 Dí lo que quieras:

eMe dijo...

Curiosa y divertida historia. Habría que preguntarle al marinerito que tal es la vida en los zapatos de otro jiji...es una buena metáfora
Un beso salado!

Anónimo dijo...

Hola, gracias por comentar en mi blog.
Solo quería aclararte que tu comentario de alguna forma ha sido repetido, y contestado por mi, no obstante te lo vuelvo a contestar.
El caso es que no he dicho y debería de haberlo hecho de que estoy tomando pastillas para dormir y lo raro es que me pudiese haber despertado...
Un beso vecina...

Anónimo dijo...

no te preocupes.... solo quería aclararte...
Un beso

Imogen dijo...

Me partoooo, que puntazo
Qué mala es la bebida eh?? jajajaja

DANI dijo...

Ja ja ja un lince este tipo ja ja ja

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...

todavia nos estamos riendo, mi sirenita y yo, ya le devolvi sus zapatos, yo me tendre que comprar otros, jejejeje...
Eme la vida en esos zapatos se veia mas holgada
saludos
el marinerito

Imogen dijo...

Tu sirenita?? esta si que es buena, no la habia escuchado nunca, jajaja
Me la guardo para futuras coñas con la dueña de este blog:P

Marinerito...lo que no te pase a ti, no le pasa a nadie

Anónimo dijo...

A partir de ahora, a todas las romerías (y asaderos, por si acaso ;) I. y el marinerito que se pongan una etiqueta en toooodas las prendas "DEVOLVER A..."!! Jajajaja, pero que vaya a tu nombre, que al final de la noche ellos ni se conocen! ;)