jueves, 15 de febrero de 2007

Mi marinero


Hoy le quería hacer un homenaje a mi marinero, a mi marinerito, ese que me abandona tantas veces, que si dos días en Lanzarote, que si tres en Fuerteventura, que si ahora a La Palma, que si mañana a Cabo Verde.
El marinerito me robó el corazón desde el primer día que lo conocí hace ya la friolera de 13 años, pero esa es otra historia que no voy a contar hoy.
El caso es que le escribí una pequeña carta, más que nada porque no se la esperaba y porque habíamos quedado en que en San Valentín nada de regalos ni cursiladas por el estilo.

La carta decía así:

“A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto, toda nuestra vida se concentra en un solo instante” (Óscar Wilde).

Eso pensé y sentí el día que te conocí. Ahora, 13 años después, sigo pensado que eres alguien muy especial que me hace muy feliz, aunque dejes las luces encendidas, no hagas la cama nunca, no bajes la tapa del wáter, te olvides de en qué mundo y día vives, dejes los zapatos en el salón, no limpies tu pecera, dejes restos en la loza, pañuelos con mocos repartidos por toda la casa, el neceser tirado una semana en el lavabo, los calcetines sucios en el suelo; aunque no sepas colgar un cuadro, aún no tengamos espejo en el baño ni estantería en el trastero porque no me acompañas a comprarlos y yo me niego a comprarlos sóla (como tantas otras cosas); aunque me quites la manta por la noche y encima me acuses de que soy yo quien te la quita a ti; aunque no hayas comprado tinta para tu impresora desde hace más de un año y me gorronees mi tinta y mis folios; aunque estés todo el día diciéndome guarradas y tocándome el culo; a pesar de que a veces juntes en la misma frase un; “¡chacho!” con un “de modo” o “tertulia”… a pesar de todo esto y de un largo etcétera TE QUIERO

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